Comentario del texto “La imagen del cazador”
El texto a comentar es un extracto del libro Marisqueros y agricultores: los orígenes del neolítico en la fachada atlántica europea de Pablo Arias Cabal, concretamente el titulado La imagen del cazador. Se trata de un ensayo científico en el que el autor expone los hechos del origen de la agricultura – en el marco de la llamada “revolución neolítica” – pero haciendo especial hincapié en como la literatura científica ha tratado el tema históricamente.
Así, el texto constituye una crítica a la visión conservadora que consideraba a los cazadores-recolectores como seres desgraciados. Comienza el texto introduciendo conceptos como “neolitización” o “Revolución Neolítica”, concepto este último que asume aunque no haga lo propio con lo que éste conlleva en la lectura tradicional de los hechos. Además, establece las razones que justifican esta asunción: la agricultura conlleva transformaciones sociales, permite producir excedentes y facilita el sedentarismo, y todo ello conlleva una reorganización social y laboral.
Cabe decir aquí que si bien es cierto que “facilita” el asentamiento, ya se habían registrado casos de sedentarismo con anterioridad al cultivo de plantas. Del mismo modo, aunque el autor adopta una actitud superadora tratando de aceptar el término de “revolución neolítica” no es seguro que sea lo más preciso: primero, porqué los cazadores recolectores ya hacían cosas como regar ciertas plantas para conseguir más alimento, es decir, se trataría más bien de un proceso paulatino; y, segundo, como explica el propio autor unas líneas después, porque la agricultura va indispensablemente relacionada con la domesticación y éste es también un proceso gradual.
Por supuesto que no es requisito previo para la aparición de la agricultura el haber domesticado todas las especies que van a ser usadas por los humanos, pero sí son fenómenos inseparables. La domesticación es un proceso por el cual una especie cambia genéticamente a causa de la acción humana. Así, por ejemplo, si los humanos recogen las semillas de maíz que no se caen de la mazorca y luego las plantan, al cabo prácticamente ninguna de las semillas se cae porque se ha inducido esa modificación.
Hechas estas objeciones, hay que destacar la oportuna elección de un fragmento de un texto de Dostoyevski para ilustrar la que según el autor es la idea de fondo que el literato ruso compartía con sus historiadores coetáneos: que la agricultura fue lo que alzó a la humanidad hacia la civilización.
Años más tarde, en los 50, la Antropología, la Arqueología y ciertos eventos políticos, sobre todo en la URSS, propiciaron unas investigaciones que cambiaron esa concepción. Ya en los 60, la Antropología Social, y en concreto en el marco del coloquio Man de Hunter, cambió del todo la perspectiva gracias al estudio de las bases de subsistencia y de una aproximación a la sociedad basada en datos específicos tales como las calorías consumidas o el tiempo destinado al trabajo y al ocio.
De los estudios y experimentos se desprendía que los cazadores recolectores, en contra de lo que se podría pensar – y de hecho se pensaba –, disfrutaban de muchas horas de ocio, estaban relativamente seguros de conseguir alimento y consumían calorías y proteínas por encima de las cantidades recomendadas por el National Research Council of America en muchos casos.
Llegados a este punto, cabe dudar de las razones que empujaron a nuestros ancestros a adoptar la agricultura. La gran ventaja de la agricultura no es disponer de más tiempo, tampoco poder almacenar excedentes, ni tener una dieta más variada: la gran ventaja de la agricultura consiste en poder producir mucho alimento en poco espacio.
Ello se convierte en una ventaja evolutiva cuando las densidades de población aumentan. No hay nada que invite a un cazador-recolector a adoptar la agricultura si la densidad de población es lo suficientemente baja como para poder estar muchas horas ocioso y conseguir aún así alimento. Sin embargo, la capacidad de producción de la agricultura es potencialmente casi infinita.
Lo conveniente sería que esta situación alertara a la humanidad de los peligros de una interpretación sesgada. Como dice Arias Cabal, “cuando la ciencia no nos ilumina, la especulación y el prejuicio toman su lugar”.