Reseña de La raíz semítica de lo europeo
La raíz semítica de lo europeo: Islam y judaísmo medievales
de Joaquín Lomba Fuentes
Akal, Madrid, 88 pp., 6,60€
Clara, metódica, ordenada: así es la exposición del ensayo La raíz semítica de lo europeo y así queda claro desde el inicio del mismo, en el que se advierte de que se van a definir antes que nada algunos conceptos clave, cuales son «lo europeo» y «Europa», «Edad Media», «judaísmo» e «islam». Y lo hace el autor sin sorpresas excesivas, solo es necesario comentar que usa la palabra Europa como retrotracción imaginaria de la actual Europa a la Edad Media y en ese concepto agrupa también todo cuanto tiene una cultura similar, y, por otra parte, que usa «Edad Media» consciente de que es un invento historiográfico etnocentrista y arbitrario y que su uso solo tiene justificación con fines metodológicos de compartimentación cronológica.
Advertidos los lectores también de que se usarán las palabras «árabe» y «musulmán» indistintamente para referirse al mismo hecho, continua el ensayo exponiendo las distintas formas de ser raíz, esto es, el modo de penetrar de una cultura en otra: por contacto comercial, por oposición, por operaciones militares…
Entrando ya más directamente en materia, el doctor Lomba Fuentes recuerda que occidente estaba sumida en una marcada decadencia cuando lo semita se encontraba en su apogeo cultural: se aferraba occidente a una latinidad «trasnochada», mientras árabes y judíos ampliaban y mejoraban la ciencia, la filosofía, la tecnología y, en fin, el pensamiento de la Antigua Grecia, a la vez que desarrollaban otras disciplinas.
Se detiene el profesor Lomba en una cuestión fundamental: la de la traducción y las escuelas de traductores. Titula el primer capítulo en este sentido “La llamada Escuela de Traductores de Toledo”, y merece especial atención lo de “llamada”, puesto que advierte que no hay evidencias suficientes que permitan asegurar su existencia, sino más bien que hubo muchas traducciones en la Península, pero en distintos sitios de ella.
Dedica tres capítulos a la Primara, Segunda y Tercera Escuelas de traducción, y de ellas destaca la labor de Abraham bar Hiyya’, Abraham Ben ‘Ezra’ y Yehudah al-Harizi, por un lado, Yehudah ibn Tibbón y Semu’el ben Yehudah ibn Tibbón, por otro lado, y Abraham ibn Hasday y Selomoh ibn Labi entre otros, en tercer lugar, respectivamente. La importancia en la que sitúa las traducciones seguramente tiene que ver con el extraordinario efecto que tienen en cuanto a acercar la cultura a mucha más gente.
Con esto, y no sin antes destacar la labor transmisora de Pedro Alfonso gracias a su contacto con las culturas judía, árabe y cristiana y comentar las dificultades que conllevó la inserción del racionalismo científico en Europa en la que jugaron un papel destacado Averroes y Maimónides, avanza el ensayo hasta el punto adecuado para presentar las conclusiones.
En ella lamenta el autor que Occidente haya desatendido y menospreciado lo semita durante varios siglos, hecho desafortunado para el propio Occidente, afirma, que pagó el menosprecio con una cultura decadente durante largo tiempo. Añade que es soberbia la pretensión de Europa de erigirse en estandarte de la razón, máxime cuando no es esta la única dimensión del hombre y en ningún lugar está escrito que sea la más importante.
Claro, metódico, ordenado y necesario, muy necesario, es este ensayo de Joaquín Lomba Fuentes. En un momento como el presente en el que las confrontaciones entre lo Europeo entendido en un sentido amplio como lo usa el autor del ensayo y lo árabe también entendido en el sentido del ensayo, ¿qué puede ser más necesario que evitar el error de hablar en términos de superioridad cultural?
La elaboración y la sólida base documental que sustentan el ensayo se ven afortunadamente acompañadas de la expresión, llana pero no por ello incompatible con el rigor, de un autor que consigue con acierto sintetizar y ordenar todo ese ingente material.
La base documental es lo imprescindible para poder recordar que las Universidades europeas tienen varias y muy desconocidas conexiones con lo semita; el rigor, lo necesario para tratar de contrarrestar las ideas preconcebidas sin base histórica con suficiente intensidad; y, la capacidad de síntesis y de orden, lo adecuado para evitar que lo que pretende ser un ensayo acabe siendo un manual de historia.
En definitiva, está presente en este ensayo el compendio de particularidades justas que permiten hacer de él una excelente obra de divulgación, dicho sea sin pretensión de desmerecer en absoluto la obra, sino al contrario, honrando al género, entendido como aquél dedicado a dar a conocer una serie de cuestiones a un público en principio no iniciado en tales temas, aunque sean bastante específicas como en este caso.
Esta es, a mi entender, la mayor virtud del ensayo: su voluntad de derribar la ilusoria concepción etnocentrista, que dibuja una Europa superior por lo «puro» que hay en ella, que niega el valor de lo «mestizo», que no quiere ver la importante influencia de lo semita. Y no solo la voluntad: también, sobre todo, la efectividad.